«Choroní me recibió con los brazos abiertos. Sus calles empedradas, adornadas con coloridas macetas y casas de arquitectura colonial, me transportaron a otra época. Cada posada que visitaba era una sorpresa: desde las más rústicas, con hamacas colgadas en los porches y techos de paja, hasta las más modernas, con piscinas infinitas y spas.

Pero sin duda, el corazón de Choroní late en su gente. Los lugareños, siempre dispuestos a brindar una sonrisa y una recomendación, me hicieron sentir como en casa. Y la gastronomía… ¡una verdadera delicia! Desde los tradicionales platos criollos hasta las más innovadoras propuestas de los locales modernos, cada bocado era una explosión de sabor.»

Un día en Playa Grande
«Playa Grande fue mi rincón favorito. El sol acariciaba mi piel mientras me sumergía en sus aguas cristalinas. La arena blanca y suave invitaba a caminar descalza, y el sonido de las olas era la banda sonora perfecta para relajarme. Desde lo alto del Cristo, la vista era simplemente espectacular: el mar azul turquesa se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y el pueblo de Choroní se veía como un pequeño juguete a mis pies.»